Español en América

enero 31, 2011

Lexicología, lexicografía y diccionariología

Filed under: Lengua española — Mercedes @ 5:47 pm

El introductor del vocablo “dictionnairique” que traduzco como “diccionariología” fue el profesor Quemada, Bernard en su obra “Le trésor de la langue française”.
¿Qué es la lexicología? La ciencia o parte de ella que trata del estudio del léxico, científico dentro de lo que cabe, y de la dificultad no sólo de comprender el léxico sino dónde se inscribe, en el sistema de la lengua.
Es en Francia, mucho más adelantada en la investigación y estudios léxicos que nosotros, donde aparece en 1.959 la revista “Cahiers de lexicologie” fundada por el anterior Quemada, B. y que entrados en el siglo XXI, continúa siendo la mejor revista del mundo sobre el léxico.
Es hacia los años 1960 cuando la lexicografía se separa de la lexicología como rama asociada a la última, y cuya parcela de trabajo es la construcción de diccionarios. Mientras que la lexicología es una ciencia en el más puro significado del término, la lexicografía se convierte en una “ciencia aplicada”.
Aparecen los ordenadores y sus programas informáticos, los corpus empiezan a considerarse como bases del estudio del léxico en sus aspectos diacrónicos y sincrónicos, y la lexicología acapara todo lo que podríamos llamar “lingüística de corpus” o estudio directo del léxico a través de los corpus.
Es en estos años de 1.960 en el que la lingüística y más precisamente la lexicología da sus primeros pasos junto a la informática. En la actualidad sin los potentes ordenadores del 2.011, la lexicología, la lexicografía y la “diccionariología”, serían poco o muy poco. A pesar de los filólogos, viejos y nuevos, se imponen los informáticos con su software, los ingenieros (vocablo que no se si procede de “ingenio” o de “máquina”, del inglés “engine”, como sabrán los lectores), de manera que las antiguas “letras” se desplazan hacia las “ciencias”.
Hacemos un paréntesis para resaltar la conjunción de ciencias y letras en la lengua, que no es sino la consecuencia del progreso informático y de la aplicación de conceptos matemáticos a la modelización de cualquier proceso natural sea o no discreto. Se introducen ideas matemáticas o estadísticas sencillas como la de “frecuencia” absolutamente necesaria, por ejemplo, en la construcción de diccionarios y redacción de manuales tanto para las LM como para las L2.
En el período posterior puestos los lexicógrafos manos a la obra en su tarea de edificar diccionarios en exclusiva, se plantean conceptos filosóficos como el tradicional ¿quo vadis?, en el sentido de que el diccionario no debe ser una herramienta aislada. En esos años, 1.960 y posteriores, en los que se separa la lexicografía de la elaboración de diccionarios, esos voluminosos diccionarios de “papel” que se empiezan a construir con la colaboración de “tarjetas perforadas”, los albores de la informática. Es el progreso de los ordenadores y de los programas de tratamiento de textos, cuando se considera la separación entre lexicografía, que adquiere una especialización científica e investigadora alrededor del léxico y, la nueva “diccionariología” que se encarga más de conseguir unos diccionarios adaptados a las necesidades comerciales de los compradores. En otras palabras que la nueva “diccionariología” consiste en una lexicografía camaleónica con el objetivo de conseguir unos diccionarios útiles dedicados cada uno a un segmento definido del mercado.
La lexicografía quedaría como la “rama noble” mientras que su segregada conformaría la parte “financiera”.
Algunos autores distinguen entre lexicógrafos y diccionaristas, siendo estos últimos más expertos en marketing que en el léxico. Al final, la lexicografía no sería nada sin sus aplicaciones y si no se venden diccionarios, apaga y vámonos.
En definitiva, que un diccionario se puede estudiar, analizar y criticar como una obra científica o como un producto, si recurrimos a un símil, la lexicografía tomaría en consideración un diccionario como algo científico, mientras que la “diccionariología” lo trataría como un producto comercial.
Y es el momento en el que se pasa o de los monolingües tradicionales o los bilingües para traductores o estudiantes de segundas lenguas, a una diversificación increíble de material diccionarístico como diccionarios de locuciones, de colocaciones, financieros, de salud, jurídicos o del deporte. Una amplia panoplia que toca todos los palos habidos y por haber, dejando algo de lado a los convencionales monolingües como es el DRAE del que nadie se ocupa, a pesar de su enorme trascendencia para el estudio de la lengua.

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